domingo, 23 de septiembre de 2007

ESTE ULTIMO 11 DE SEPTIEMBRE



Este último 11 de septiembre será para recordarlo por lo violento y triste que fue. El contexto fue nuevamente las poblaciones marginales del Gran Santiago.
Sin duda que la lamentable muerte del carabinero Cristian Vera fue lo que conmociono la jornada, una bala percutada por un joven de 18 años desato la desgracia. La comuna de Pudahuel fue el escenario, entre las avenidas La Estrella y Laguna Sur.
Tal acto fue y ha sido condenado por los más diversos sectores políticos y sociales del país y concordamos de lo inaceptable del hecho. Pero sin duda no deja de llamar la atención el grado de violencia social del que fuimos testigos, digo fuimos porque en no más de tres semanas de sucedió los hechos, se olvidarán públicamente y con ello una supuesta tranquilidad social volverá a las poblaciones periféricas. Lo cierto es que, en los sectores donde se ubican los barrios más populares, la violencia es cotidiana.
La replica de los acontecimientos por parte del gobierno y, de la mayoría de los medios de prensa, no dirigen, sus análisis a la explicación de tal descontrol social, sino al vandalismo, expresado en acciones que involucraron destrucción, pillaje y desolación. La reacción oficial, se basa en anuncios de la aplicación de "mano dura" no sabiendo aún si se aplacará la Ley de Seguridad de Interior del Estado o que el sospechoso de la muerte del carabinero, sea procesado por un tribunal castrense, esta última alternativa parece ser más viable, para la posición del gobierno, puesto que el imputado arriesga, como mínimo 15 años de cárcel. La prensa hace lo suyo, buscando fundamentos para el juicio: El joven de baja escolaridad con enseñanza básica incompleta, ha sido detenido anteriormente por la ley de drogas y su padre estuvo privado de libertad por la misma causa. Como se aprecia, ya existen argumentos para el peor de los castigos. Y también nos dice que éste joven es parte de la estadística de los riesgos sociales.
Pero, lo planteado, tiene que ir de la mano con medidas preventivas, como lo han propuestos algunos voceros de los dos principales conglomerados políticos del país. Por un lado, prohibir a jóvenes menores de 18 años que estén en la calle pasado las 12 de la noche y hasta las 5 de la madrugada, a no ser que estén en compañía de sus padres o un familiar directo y que sea mayor de edad. Por otra parte y al día siguiente, una reunión especial en el Palacio de la Moneda con los fiscales de las cuatro fiscalías de la región metropolitana, más los Ministros del Interior y de Justicia, además, el Subsecretario de Interior, quien los acompaño. Se señaló que el gobierno se hará parte de las querellas en contra de los detenidos en la noche del 11 de septiembre y que se anunciarán nuevas medidas.
Pero creo que es necesario, diferenciar algunos aspectos al interior de los violentos hechos, entre la turba descontrolada y los que disparaban. Son dos situaciones distintas, pero que ocurren en un mismo espacio. Una de las expresiones de la violencia social fue la de los jóvenes armados, aparentemente, ligados al narcotráfico y consumo de drogas. De ser así, podemos pensar que se esta en presencia de una demostración de fuerza, despliegue que da a conocer el tipo de armas con las que cuentan, que según versiones policiales, son iguales y, hasta, superiores a las utilizadas por ellos. Es una potente señal, pues esos carabineros que en la noche del once, tratan de disolver a las población para reguardar el orden. Son repelidos y hasta obligados a replegarse por la diferencia de fuerza y por sobre todo por el contexto. De alguna manera se sabe que carabineros no puede responder de la misma forma.
La demostración de fuerza también podría estar circunscrita al interior del ámbito poblacional, donde las cuadras son disputadas para la venta de drogas. La noche del 11 ofrece la oportunidad para demostrar disuasivamente quién es el dueño del territorio.
La otra expresión de la violencia social, fue el destrozo de lo público y el saqueo de lo privado, fue la demostración masiva de la noche del 11, donde nuevamente la corta edad es la vinculación entre los participantes. ¿Qué los motiva a actuar de esa manera? En primera instancia la respuesta no es atribuible a la articulación de un movimiento social, no hay consigna a la que se le atribuya la justificación de la acción, no hay demandas, no existió un hecho que precipito el movimiento, sino una fecha que hizo manifiesto lo latente.
Lo inmanente, es el diario vivir de los jóvenes marginales, recluidos en sus propios entornos, lugares que precisamente no se constituyen como espacios protectores e igualmente es un lugar de socialización donde se aprende que el trafico y consumo de drogas, la ingesta de alcohol, la delincuencia, la agresión, la violencia intrafamiliar, la deserción escolar, entre otros aspectos. Son señales de normalidad, es lo común, es lo que se vive. Es ahí donde se construyen valores, creencias y símbolos que dan forma a estilos o modelos de vida.
Frente los hechos acaecidos, no significa que los jóvenes sientan que esta bien lo que sucedió, saben que ello no se ajusta a las normas de una sana convivencia social. Entonces, podría ser que la reacción violenta en contra de escuelas, jardines infantiles, semáforos, luminarias, sucursales bancarias, locales comerciales, etc. Fuese una respuesta a un malestar.
Se podría decir que se ha destruido, todo aquello que a los jóvenes les sirve y que también les útil a todos los habitantes del sector, será que la destrucción por más grande o mínima que sea, no va a cambiar los destinos de quienes destruyen o acaso, ya no existe la capacidad de soñar de estos jóvenes. ¿Podrán pensar que aquello que les aflige pueda cambiar?, que sus aspiraciones o parte de ellas ¿Se puedan hacer realidad?, si no es así ¿Será la desesperanza que motiva la acción?
Por lo expuesto, la solución al problema no pasa solamente por lo punitivo. Ello tiene que ir indisolublemente asociado a una política social que presente reales mecanismos de inclusión social, que los jóvenes de las poblaciones marginales perciban que se están gestando oportunidades. Para que en definitiva se pueda volver a soñar.

Hugo Villavicencio M. Antropólogo Social / Corporación Libertades Ciudadanas.

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