jueves, 21 de febrero de 2008

¿A QUE LLAMAN HONOR MILITAR?

Cualquier persona medianamente informada sabe que en toda sociedad dividida en clases, el ejército es el guardián de los intereses de quienes detentan el poder real: el poder económico y el poder de la fuerza, de la violencia institucionalizada, que se superponen al poder político. Y pobre de los que pretendan alterar ese orden.
No hay novedad en lo que digo, pero en el caso chileno ello es particularmente notorio por el carácter elitista, de casta, apéndice oligárquico de nuestras FFAA.en especial el ejército y la marina. Basta recordar los apellidos de generales y almirantes, cuesta encontrar un Pérez o un Sepúlveda; abundan los apellidos foráneos y específicamente alemanes. No hay tal “pueblo en uniforme” entre otras cosas porque el pueblo no puede pagar las carísimas carreras de armas y sus hijos no son aceptados en escuelas militares que discriminan con lupa, no vaya a ser que se les cuele un intelectual o un revolucionario, que para ellos es lo mismo. No sucede igual en otros países de América Latina, conozco el ejemplo de México en que los hijos sencillos del pueblo pueden llegar a ser altos oficiales. No es, desgraciadamente, el caso de Chile.
Y bien estas FFAA , este ejército, fueron los que hundieron en sangre a Chile en 1973. Actuaron impulsados por los grandes grupos económicos, chilenos y extranjeros, para detener la marcha ascendente del pueblo y tras el brutal asalto el país y la democracia naufragaron. Desde entonces los náufragos tratan de salir a flote, de transición hablamos, ante la mirada burlona de los dueños de la fuerza y la riqueza que desde sus yates observan cómo los sobrevivientes de la triste historia - que al final de cuentas somos todos los chilenos decentes - tratan de volver a encontrar al destrozado país amado. ¡Tanta violencia disfrazada de orden!¡Tanto crimen sacralizado!¡Tanta sangre de ilustres ciudadanos manchando sus pulcros uniformes!
Y ahora, como si todo el horror fuera poco, los muy cobardes tratan de hacer pasar por víctimas a los culpables.
Baste con leer la prensa reaccionaria del domingo pasado. Editoriales, entrevistas, artículos de opinión. Hablan de “reagrupar al mundo cristiano”. Está en marcha otra ofensiva de los violadores de derechos humanos, y de sus cómplices y encubridores. Ojo con lo que viene. Tras las plañideras viene la intentona de impunidad. Cheyre se saca la careta ; el “académico”pretende que la tragedia del 73 tiene otros autores que no son ellos. Culpa a las víctimas y falta a la verdad. Ultraderechista, le molesta además que se rinda honores a Volodia, lo que es explicable. Los mandos militares le odiaban por su inteligencia. Pretende sacar de escena a todo aquel que se le hubiera ocurrido apoyar al gobierno del presidente Allende, o que más tarde se hubiere opuesto a la dictadura. Añora la política de Ricardo Lagos. A su turno Santelices se lamenta que hayan truncado su carrera, dice que no tiene sentimientos de culpa y que duerme muy bien y hasta se compara con Sócrates lo que induce a pensar que no sabe quién es.
¡¡¡Pero si hasta hablan de “honor” militar y de “mentira institucionalizada”!!! ¿Honor después de todo lo que conocemos? En nuestros días, ¿honor después de los contrabandos de armas, las cuentas bancarias secretas, la masacre de Antuco? Vamos señores, decídanse a hablar en serio alguna vez. Basta de “mesas de diálogo” de falsos informes, y de hipócritas “nunca más” si a la primera corren a defender lo indefendible y más encima se proclaman víctimas. No hay más “mentira institucionalizada” que la de aquellos que siguen ocultando la verdad. Para recuperar en parte el honor perdido deberían revelar lo que saben. Dónde están todos los detenidos desaparecidos, decirnos qué otros culpables no han sido enjuiciados. Santelices afirma que sus colegas que dieron las órdenes “no han asumido su responsabilidad” y que “siguen en silencio”.
Señalar sus nombres en tribunales sería un acto no sólo honorable, sino necesario. ¿Serán capaces de un mínimo gesto personajes de una institución tan distante de la democracia y del respeto a los derechos humanos?

Por Eduardo Contreras

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